Lingüista y especialista en filosofía del lenguaje y la cultura, Raffaele Simone ha conseguido sacudir las conciencia de su país con El monstruo amable (Taurus), provocadoramente subtitulado, ¿El mundo se vuelve de derechas?,
en el que, a partir de la desaparición de la izquierda tradicional
italiana, subsumida en la democracia cristiana, ensaya las causas del
giro del mundo a la derecha y del capitalismo convertido en un marco de
confortabilidad que todo lo envuelve —y por tanto es en buena medida
invisible— al que llama monstruo amable. Habla un gran
castellano, al que traslada una notable capacidad para el trazo fino,
extraña cuando no se maneja la lengua materna.
Una de las conclusiones que recoge en su libro alude a la
“naturalidad” del pensamiento de derechas, frente a la condición
“artificial” del pensamiento de izquierdas en la medida en que camina
contra la tendencia natural al egoísmo.
Exacto sí, eso es.
Los científicos evolucionistas, sin embargo, han indicado que
la generosidad, la filantropía y la moral son naturales, una ventaja
evolutiva en la medida en que el hombre es un ser social. En el mundo
primitivo, las sociedades con reglas se imponen a las demás porque
permiten crecer en población y el surgimiento de los oficios, etcétera.
En mi opinión dice exactamente lo mismo que yo postulo. Porque la
idea que describo en el libro, con un poco de dramatización, digamos (no
es una teoría sino una alegoría un poco dramatizada), es la misma idea
de 2001 Odisea en el espacio de Kubrick: al comienzo teórico, al que
nadie pudo asistir, los humanos primitivos solían masacrarse. En un
momento dado, para evitar la masacre, es decir, como efecto del miedo
generalizado, se crearon gradualmente reglas. Y aplicando esta metáfora a
la relación entre izquierdas y derechas, creo yo, que estar a la
izquierda es menos “natural” que estar a la derecha porque la persona de
derechas dice: “Esto es mío y nadie debe tocarlo. Lo que quiero hacer
nadie puede contradecirlo”. Son argumentos de tipo “primitivo”, entre
comillas por favor, argumentos sin elaborar de ninguna forma. En cambio
la izquierda dice: “Tú tienes que renunciar a una parte de lo tuyo
porque hay gente que tendrá más necesidad que tú”. O bien: “El interés
publico (que es un concepto muy sofisticado) prevalece sobre el interés
privado. Lo que tú decides hacer debe ser mediado por una preocupación
por el interés de los demás”. Es una actitud para la que yo empleo la
imagen del muelle tenso, porque la tendencia natural es al egoísmo, y
repartir lo que uno posee entre personas que uno ni conoce es
antinatural, en este sentido, encuentra la resistencia del muelle.
Esto enlaza con el eterno debate, muy intenso en colectivos
feministas y entre educadores, entre lo natural y lo cultural. Natural
sería ser de derechas y cultural, ser de izquierdas.
Sí, esa es la oposición, apoyada en este momento por los estudios que
usted mencionaba de los etólogos, los estudiosos del comportamiento de
los monos superiores, etcétera. Sabemos de lo humano muchísimo más de lo
que sabía Rousseau, que en su momento simpatizaba con las posiciones de
la Iglesia, que suponen que el hombre es originariamente bueno y que se
va haciendo peor con el paso del tiempo. Yo creo instintivamente lo
contrario. Y en este caso, es una imagen para explicar el hecho de que
es mucho más frecuente y más fácil el paso de izquierda a derecha a
nivel individual que el contrario.
Y además es simétrico.
¿
¿
En qué sentido?
Cuando uno viene de posiciones extremas de izquierda acaba en
posiciones extremas de derechas, y si uno es moderado, termina en
posiciones moderadas. Del stalinismo al fascismo, y de la
socialdemocracia a la democracia cristiana, por así decir.
Sí, sí. En Italia tenemos numerosos casos. Es exactamente así. En
Italia el partido socialista, casi entero se ha trasladado sin inmutarse
a las filas de Berlusconi. Y la gente que es realmente socialista sigue
preguntándose cómo han podido. En mi interpretación, es el muelle que,
en un momento dado, cansados de la tensión, se deciden a aflojarlo.
¿Rendirse?
Exacto.
Usted cita, y su prologuista también, la escena de Abril
(1998), de Nanni Moretti, en la que él mismo se queda ante el televisor
gritándole a Mássimo D’Alema: “¡D’Alema, di algo de izquierdas!”.
Moretti ya había propuesto una carnavalesca sátira sobre la
descomposición del comunismo italiano, Palombella rossa (1993),
transmutada en un partido de waterpolo, con un texto explícito sobre la
crisis de la izquierda.
En Moretti hay muchos elementos de este tipo. Además Moretti él
activó hace unos años una manifestación de protesta fuerte contra la
gestión actual de la izquierda que desembocó en manifestaciones
importantes, el movimiento de los Girotondi. Ël fue uno de los
iniciadores. En un momento dado se desinfló el movimiento porque era
demasiado informal y quizá le faltaban liderazgos, pero fue un
movimiento importante que duró varios años.
¿Es usted muy pesimista?
No, no. Yo tengo esperanza.
Cuesta verlo en el libro.
Creo que es mejor analizar los datos de forma penetrante antes de organizar una respuesta.
¿No cree que esa pérdida de los principios o de las ideas
poderosas de la izquierda que usted denuncia se ha producido de forma
gemela en la derecha, que el tradicionalismo o las expresiones más
reaccionarias en lo moral han retrocedido?
Por eso hablo de neoderecha, es una derecha diferente de la anterior. No son fascistas, sólo tienen intereses de tipo material.
Usted hace una enumeración de las metas no alcanzadas por la
izquierda en Europa en los últimos 150 años. Dice que “no se ha
producido una elevación estable de instrucción y de cultura”… Las
estadísticas de progreso humano de Naciones Unidas dicen otra cosa, que
los índices de alfabetización no han dejado de subir.
No hemos alcanzado la meta.
Pero usted sostiene que no hay progresos. Luego añade que “no
se ha producido una revalorización de la actividad intelectual y
creativa”. No le puedo dar datos, pero da la impresión de que es al
revés, que nunca el trabajo creativo estuvo mejor remunerado que en el
presente.
Pero no estoy hablando de la modernidad y del resultado en lo moderno de la tradición anterior de la izquierda.
También dice que no se ha logrado “la difusión generalizada
de una mentalidad mínimamente racional y laica”. Esto ha sufrido
altibajos.
Varios momentos, sí. El actual es un momento difícil en España,
Italia y Francia. Ustedes tienen un futuro de contrarreformas durísimo.
Pero sigo: “Ni la creación de una conciencia cívica solidaria
y de un espíritu de paz colectivo”. Hay ejemplos de progreso moral muy
llamativos: en 2003 por primera vez se produjo una movilización social
global y masiva contra una guerra que no había empezado y que iba a
suceder a miles de kilómetros. No hay precedente.
Lo que quería decir aquí yo es que no son todos resultados de tipo
socialista. Son resultados de una conciencia nueva, posmoderna, más o
menos, en la que la cultura juvenil tiene un papel fundamental no
necesariamente de tipo socialista. Es decir, las grandes ilusiones del
socialismo pueden haber sido parcialmente realizadas, pero no
totalmente. Por ejemplo, la igualdad es un asunto en gravísima crisis y
es uno de los rasgos principales de la izquierda. La desigual triunfa en
prácticamente todo el mundo y era uno de los rasgos objetivos de la
modernidad. Hay otra lista en el libro, las citas históricas, los
grandes momentos a los que no acude la izquierda…
¿Pero esto que usted denuncia de la izquierda no le ocurre también a la derecha? ¿Es decir, la desideologización?
Pero a la derecha no le interesa de la misma manera, porque ser de
derechas supone que los fenómenos, los procesos, se dejen marchar por sí
solos.
¿La neoderecha es entonces apolítica?
Digamos que no tiene interés en modificar los procesos y en este
sentido, argumento en mi libro, la izquierda ha acabado por adoptar las
mismas aptitudes que la derecha, porque ha abrazado lo que yo llamo “la
infinita tolerancia hacia lo social” que quiere decir que no importa lo
que va a ocurrir sino que lo que importa es que pueda fluir
tranquilamente. El asunto de la inmigración clandestina es central en
este sentido. Ningún país de Europa ha elaborado una postura o un
proyecto de gobernar este fenómeno que es inmenso y que va a modificar
la faz del mundo en pocos años. Otro tema que a mí me parece muy
relevante, otra cita a la que faltó la izquierda, es la revolución
digital, que se ha considerado como una innovación tecnológica pura y
simple, mientras que en realidad es un cambio de mentalidad.
Uno de los motores tradicionales de la izquierdas es la idea
de progreso, aunque en origen no sea marxista sino propia de la
Ilustración.
Sí, la idea de que la humanidad está en marcha, que camina de forma ascendente.
¿La izquierda ha abdicado de ella?
¿Por qué lo dice?
Porque los mensajes que lanza son, aunque sean legítimos,
conservadores: conservemos el medio ambiente, los derechos sociales, el
estado de bienestar… es decir, una actitud a la defensiva, como si la
izquierda, que era la soberana del futuro, por así decir, ahora tuviera
miedo del futuro.
Exactamente. La izquierda incluso tiene miedo de presentarse como
izquierda. Estoy de acuerdo con usted, el lugar del progreso lo ha
ocupado el crecimiento, el mito actual es el crecimiento, que yo creo
que es otro mito peligrosísimo de la neoderecha. Yo soy bastante
partidario del decrecimiento, si no a la Latouche, de otra manera más
afable, pero mi idea es que el crecimiento es un gravísimo error. Es un
trozo más de mundo que se destruye.
Tampoco se dice mucho que la evolución demográfica es preocupante.
Sí, es un problema, por supuesto. En Italia se habla un poco. Es un
tema importantísimo porque el mundo está dimensionado para un
determinado número de habitantes, que no se puede pasar. Pero, claro
aquí de nuevo topamos con el mito de crecimiento. ¿Por qué el futuro ha
de ser necesariamente de crecimiento y no de estabilización o
redistribución. Por concluir, le diré que la izquierda ha asumido unos
mitos de la derecha, liberales o neoliberales sin darse cuenta de lo que
estaba haciendo.
Usted habla mucho sobre la alianza pérfida entre
socialdemocracia italiana y la democracia cristiana. Comparten un
sustrato filosófico no menor: La pretensión de igualdad, la solidaridad,
la compasión. A lo mejor no es una alianza tan contra natura.
No, no lo es en absoluto. Tienen dos elementos en común, además del
espíritu de Iglesia que se le ha atribuido a la izquierda durante años.
Es el elemento de estatalismo fundamental, es decir, el Estado ocupa el
centro de la vida de la sociedad, y además, al menos en Italia, pero
creo que Europa la cosa va más o menos de la misma manera, el espíritu
de asistencialismo, que el estado siempre tenga la obligación de asistir
a los que tengas necesidades graves. Estos dos elementos aúnan las dos
partes, en ese sentido no es una alianza contra natura. Lo que sí es
contra natura es que el carácter químicamente infeliz de esta fusión se
revela en los temas candentes, como por ejemplo los temas bioéticos.
Pero lo que a mí me impresiona más es que el término mismo de socialismo
en Italia ha desparecido por completo. Su amigo Walter Veltroni [líder
hoy dimitido de la coalición Partido Democrático, que perdió en 2008
contra Berlusconi y ex secretario general de Demócratas de Izquierda.
Fue alcalde de Roma y comenzó su carrera política en las filas del
Partido Comunista Italiano] declaró a alguien que lo acusaba de insertar
un espíritu socialista dentro del programa del Partido Democrático
recién nacido: “No, por favor, no hay nada socialista”, como si fuera
una acusación, una insinuación ofensiva. Y esta a mí me parece una
traición grave, una traición histórica, porque hay gente que se declara
socialista, que sigue creyendo en los principios del socialismo, como
yo, que sigue teniendo ilusiones de este tipo, y no creo ser el único.
Una característica también que acerca socialismo y democracia
cristiana es la visión paternalista de la sociedad, tal vez hasta
condescendiente.
Creo que sí, porque pese a su preocupación digamos democrática,
siguen teniendo fortísimas jerarquías, una esfera prácticamente
intocable, los unos y los otros, en Italia pero también en otros países,
hay una polémica durísima con los costes de la casta. Este espíritu de
casta existe, en la izquierda como en los otros ámbitos. El espíritu
democrático no es tan penetrante para eliminar este espíritu de casta.
Entre las formas aberrantes de la política actual, tanto por
la derecha como por la izquierda, es el populismo. Parece que la
democracia digital apunta hacia ahí.
Es por la mediatización del mundo. Es algo que ocurre en todo el
mundo, porque los medios permiten a cualquier persona llegar hasta el
individuo singular e inducirle a pensar que el poderoso es como ella. Y
que tiene las mismas necesidades, gustos, costumbres, mismo lenguaje…
El movimiento del 15-M, que seguramente es más un síntoma que un fenómeno…
Sí, es más un indicio que un resultado.
..es un indicador de que existe una izquierda, pero también de desafección respecto a los partidos de izquierdas.
Son fenómenos de ebullición, pero la ebullición en política es cosa
distinta de las propuestas y la elaboración de programas. En el momento
en que nos ponemos a elaborar ideas y programas y proyectos, tenemos que
crear una estructura, que es lo contrario del espíritu que se
manifiesta en el fenómeno de los indignados. Además los indignados
incorporan una idea que históricamente se ha demostrado, no falsa, sino
imposible, que es la democracia directa.
¿Indeseable?
Para mí indeseable, peligrosísima. Pero siempre presente como
ilusión, como esperanza en un momento determinado de la vida. Por eso
los partidos de izquierdas no lo rentabilizan. En todo caso, me parece
que los políticos deberían reflexionar con detenimiento, detalladamente
sobre este fenómeno porque suponen la expresión de una inquietud, un
punto de hartazgo frente al que no nos habíamos encontrado nunca antes.
Se les reprocha no tener un discurso articulado, pero en todo
caso es mucho más articulado que el de mayo del 68, que a pesar de
tener lemas tan poco sofisticados como “debajo de los adoquines está la
playa”, a la larga influyó en todo el pensamiento de izquierdas de las
siguientes tres décadas.
Es verdad, pero, si lo recuerda, pusieron contra las cuerdas al
estado francés. En Francia hubo verdadero miedo a un golpe de estado.
Además, había un sentimiento de joie de vivre que en los
indignados no hay. Aquí aparece la mediatización y la cultura digital.
Hay varios elementos muy distintos. En el momento en que un movimiento
se concreta bajo la forma de propuesta ya se ha convertido en partido.
La diferencia fundamental es la permanencia. En la medida que dure el
movimiento, tendrá sus jefes y responsables. En el momento en que los
cree y se dé cuenta de que unos jefes son necesarios para existir, se
habrá convertido en partido. El movimiento como pura ebullición sólo es
un síntoma de inquietud, nada más.
¿Y cree que revela que hay una mayoría social de izquierdas no articulada?
No sé si de izquierdas, pero sí expresión de hartazgo. No sé si sólo
de izquierdas, porque hay una gran base proletaria en los movimientos de
derecha históricos. El fascismo surgió aupado por las clases más
desfavorecidas.