TITO (DE NUEVO) EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA


Aleksandar Vuksanović
01/10/2012
Aunque han pasado más de cinco años desde la publicación de un artículo que intentaba añadir un poco de luz a la supuesta participación de Josip Broz Tito en la Guerra Civil Española todavía de vez en cuando recibo algún correo donde sus remitentes buscan respuestas sobre el mismo asunto.
Igual que entonces, la única cosa que uno puede afirmar con certeza es que todo es incierto y con clara tendencia de volverse aun más incierto con el paso del tiempo.
 
Las voces sobre Tito que podrían llegar de la antigua Yugoslavia no suelen ser más que elogios sin mucho criterio, pronunciados por los ciudadanos desilusionados con los logros de la “liberación del terror unipartidista”, pero, en su mayoría, carentes del valor histórico. Los historiadores se pronuncian muy poco y entre ellos sólo uno aporta algún dato útil para el tema que a nosotros nos ocupa. Se trata de Pero Simic, periodista con una dilatada trayectoria y en la época de Tito destacado miembro de las juventudes comunistas.
 
Simic es el autor de numerosos artículos de prensa, una quincena de libros entre las que destaca la que es, según el autor, “la primera completa biografía política de Tito”.
 
Reconozco que leyendo el libro “Tito-el fenómeno del siglo XX”, encontré datos interesantes de la vida del mariscal, muchos de ellos no muy conocidos anteriormente. Primera conclusión que se impone es que a Tito le viene muy bien el adjetivo que en una ocasión formuló profesor Emilio de Diego hablando de Slobodan Milosevic, “ni comunista ni nacionalista, era un poderista”.
 
Sin intentar de encasillar a un personaje de biografía tan compleja y de peso histórico tan grande, me centraré en el episodio español de Josip Broz Tito.
Simic no tiene ninguna duda, afirma y cita varias fuentes para apoyar su tesis sobre que Tito sí estuvo en España.

Existe, según el autor, un hueco en la biografía de Tito cuando se pudo producir esta estancia. Al terminar su trabajo Moscú el 15 de mayo de 1936, Tito se dirigió a Yugoslavia, pero allí apareció más de medio año más tarde, en diciembre del mismo año. Tito posteriormente dijo que al terminar su misión en Komintern “iba a ir a España porque tenía el talento militar aunque no había cursado ningunos estudios específicos pero al final me encomendaron la misión de volver a Yugoslavia”.
 
Recopilando documentos que afirman la presencia de Tito en España, Simic, siempre citando fuentes, dice que uno de los más próximos colaboradores de Tito, el comunista esloveno Edvard Kardelj, en agosto de 1943, respondiendo a la pregunta de sus camaradas de cómo era posible que en el frente de su organización regional se encuentre el entonces poco conocido Franc Rozman, dijo que éste era la “apuesta personal de Tito ya que se conocían de España”.
 
Prácticamente de la misma época (19/12/1943) data un artículo de “Observer” londinense que decía que “la guerra civil española fue una gran experiencia para Tito”.
 
El que durante décadas fue posiblemente el mejor amigo de Tito, el escritor croata Miroslav Krleza, describiendo la visita de Tito a su pueblo natal en 1937, escribió que “a través de España, con este regreso se cierra un gran círculo de luchas y combates – desde Madrid hasta Kumrovec”.
 
Muchos años más tarde, a finales de agosto de 1976, Dolores Ibarruri, durante una de sus visitas a Yugoslavia dijo ante un grupo de periodistas que “conoce a camarada Tito de España”.
 
El autor cita también algunos documentos del Archivo presidencial de Moscú, (antiguo Archivo de Stalin) que fueron descalificados a finales de la primera década de este siglo donde se encuentra, según él, una biografía de Tito y unos documentos personales donde en uno aparece la dirección barcelonesa Avenida Diagonal 428 y en el otro la de la Plaza del Altozano 10E, Albacete. Ambos documentos estaban a nombre de un tal August Becker. Valorando varias hipótesis, el autor concluye que muy posiblemente pertenecían a Tito durante su estancia en España.
 
Los servicios secretos alemanes también tenían conocimiento de la estancia de Tito en España y en primavera de 1943, cuando pusieron el precio a su cabeza dijeron que “para la realización de sus propósitos se entrenó en la Guerra civil española y en la Unión Soviética donde conoció todos los métodos terroristas”.
 
L´Aurore parisino en julio de 1966 escribió que “Tito evita hablar de este periodo de su vida porque su estancia en Albacete y Barcelona en los finales de 1936 coincide con los asesinatos de los más destacados comunistas yugoslavos, lo que le permitió convertirse en el nuevo jefe del Partido Comunista Yugoslavo”.
 
Durante toda su vida numerosas personas insistían en que coincidieron con Tito en España pero él siempre negaba tal posibilidad. No obstante, el autor de este libro cita la revista “Life” de 5 de mayo de 1952 donde Tito en un artículo dice “Nunca luché en España, una sola vez visité España y pasé un solo día en Madrid”.
 
Sin embargo, el año siguiente prohibió a su biógrafo oficial Vladimir Dedijer a introducir esta frase a la nueva, ampliada edición de su biografía.
 
Sin embargo, en un libro publicado en el año de la muerte de Tito y titulado “Querido presidente Tito”, que recoge cartas de diferentes personas enviadas a Tito, entre otras, aparece la carta de María, esposa del Nobel francés Romain Rolland, que, enviándole el poema de un escritor francés dice: “Seguramente sabe que Romain Rolland tuvo muchas simpatías para la lucha de la España republicana y sobre todo para los combatientes de las Brigadas Internacionales entre los cuales se encontraba usted también….” Cuando en su gabinete leyó la carta y el poema recibido, Tito ha ordenado por escrito a sus empleados “Guardar en el archivo personal”.
 
Así, parece que la historia sobre la presencia de Tito en la Guerra civil española está condenada a quedarse encerrada en algún archivo para la eternidad. La semana pasada, a los 97 años de edad, ha muerto el antiguo líder de los comunistas españoles Santiago Carrillo. Su muerte me hizo volver a acordarme de este episodio, en el texto anterior le mencioné como posible fuente de alguna información útil para esclarecer el tema. Pero el nunca pronunció esta información. Será que él tampoco la tenía. Que en paz descansen.