ENTREVISTA AL
ANTROPÓLOGO AFRICANISTA MARXISTA JEAN-LOUP AMSELLE A PROPÓSITO DE LA IZQUIERDA
“MULTICULTURALISTA, POSTCOLONIAL Y ETNO-ECO-BOBARRONA”
Asistimos a un
fenómeno de reivindicación identitaria y crecimiento de las reivindicaciones
minoritarias por parte de los grupos que se sienten discriminados, oprimidos,
marginados: los “negros”, los “mestizos”, toda la movida LGBT, e incluso los
disminuidos con necesidades especiales. Esto va ligado al continuo declive de
lo social desde 1968, que procede también de la descalificación del prisma
analítico del marxismo, explica Jean-Loup Amselle, detractor del relativismo
posmoderno.
El antropólogo marxista
Jean-Loup Amselle es un destacado defensor de la ciencia social y la
historiografía clásica frente al asalto relativista posmoderno, poscolonial y
subalternista. Su libro El Occidente descolgado (París, Ed. Stock, 2008, 320
págs) es un formidable alegato científico y metodológico contra esas corrientes
académicas de moda.
Jean-Loup Amselle no
se ha dejado llevar por entusiasmo del multiculturalismo en boga tanto entre
personas de la extrema izquierda como entre antropólogos y otros especialistas
de regiones culturales, valora el reconocido intelectual francés y director del
Centro de Estudios Francés sobre la China contemporánea en Hong Konk entre 1993
y 1997 Jean-Philippe Béja en su reseña del libro L’Occident décroché. Enquête
sur les postcolonialismes, publicada por la revista Etudes Africaines. (1)
Amselle lo tenía todo
para convertirse en el abanderado ideal del poscolonialismo y del
subalternismo. Pero no ha sido en absoluto el caso, afirma Béja: “Todo su libro
es una denuncia apasionada, sostenida en un imponente abanico de lecturas, de
esas teorías. Las desmonta partiendo de su genealogía, haciéndolas remontar
hasta la French Theory de los Foucault y los Derrida releídos por académicos
norteamericanos”.
Según Béja, Amselle le
da la vuelta al análisis del colonialismo de Hannah Arendt, y afirma que “las
políticas de exclusión étnica y religiosa de los Estados español y francés […]
tienen por consecuencia la ‘subalternización’ –señaladamente bajo el marbete de
‘marranos’— de segmentos enteros de sus poblaciones y que esa tecnología social
ha sido luego exportada a las colonias”, y no al revés”.
Jean-Loup Amselle
describe minuciosamente cómo esas teorías se han desarrollado concretamente en
la historia. No se contenta con presentar una genealogía de esas ideas, sino
que nos ofrece un análisis en profundidad de los lugares en donde se produjeron
las teorías Generosamente influido por el marxismo, Amselle está, en efecto,
convencido de que las ideas son inseparables de las instituciones que las producen.
(2)
Edward Said, como es
notorio, se sirvió de las teorías de Foucault sobre la relación entre saber y
poder para denunciar el “orientalismo” y mostrar que existe un estrecho vínculo
entre ciencia social e imperialismo y colonialismo. Dice Béja que no se priva
Amselle de apuntar a la paradoja de que Foucault estuviera viviendo en Túnez
cuando redactaba su tesis, sin manifestar jamás el menor interés por la cultura
árabe que le rodeaba. Pero Amselle reprocha sobre todo a Said –lo que va a
constituir el núcleo de su argumentación— el haber construido un Oriente
inmutable y “fetichizar, por simetría invertida, a Occidente” (p. 16).
Béja resalta que el
libro de Amselle es un alegato apasionado y apasionante contra la construcción
de categorías inmutables: África, la India, la China, que se construyen
entonces en contraposición con un Occidente asimismo inmóvil y caracterizado
por su voluntad de dominación colonial (intelectual y práctico-políticamente).
A esos conceptos rígidamente fijados opone Amselle la importancia de los
intercambios que siempre han existido entre las civilizaciones, y reintroduce
la historia, lo cual, todo contado, no es banal para un antropólogo. “La
cultura hindú es la resultante de múltiples intercambios que se produjeron entre
ella y las culturas vecinas y menos vecinas en el curso de la historia” (p.
162).
Amselle demuestra que,
en su entusiasmo por denunciar al Occidente colonialista, los abanderados de
las teorías subalternistas terminan defendiendo un esencialismo de las culturas
africanas, indias y amerindias. Al negar el carácter híbrido que caracterizaba
a esas culturas mucho antes del capitalismo, confluyen con los abanderados más
tradicionales de la etnología colonial. Por ejemplo, poner la astrología como
estandarte de la hinduidad es erigirla en esencia oponible a la ciencia
occidental.
En su apasionado
alegato contra la creación de categorías inmutables, Amselle la emprende contra
la negativa de los subalternistas a tomar en cuenta la historia. “Al
desconectar la historia de lo escrito –Mahmadou Diouf quiere recuperar una
historia anterior al Estado y la escritura—, lo que hacen [los subalternistas
africanos e indios] es negar la historia, no sólo la historia occidental”. Y
eso, no sin recordar a la etnología colonialista más rancia de las sociedades
del rechazo de la escritura, del rechazo de la historia, y por consiguiente,
del rechazo del Estado” (p.164).
En suma, resalta Béja,
la obra de Amselle es extremadamente rica y muestra excelentemente las derivas
de los movimientos postcolonialistas, subalternistas y postmodernistas que, so
pretexto de oponerse a la categorización occidental de las culturas de los
pueblos colonizados, terminan a menudo creando categorías rígidas que recuerdan
a la más reaccionaria de las etnologías coloniales.
Un lúcido ensayo sobre las consecuencias ideológico - políticas de la
“Etnización de Francia”
L’Arene Nue entrevistó al antropólogo Jean-Loup Amselle a propósito de su
último libro Ethnicisation de la France (La etnización de Francia).
(3)
P. ¿Cree usted que asistimos en Francia a un aumento de las
reivindicaciones identitarias?
R. Yo creo que
asistimos a un doble fenómeno de reivindicación identitaria. Como muestro en mi
libro, vemos reivindicaciones simétricas. Por una parte, crecen las
reivindicaciones minoritarias por parte de los grupos que se sienten
discriminados, oprimidos, marginados: los “negros”, los “mestizos”, pero
igualmente toda la movida LGBT, e incluso, ahora, los disminuidos con
necesidades especiales. En conjunto, asistimos a un fenómeno de captación de
esas reivindicaciones por los que yo llamo “empresarios de etnicidad y de
memoria”. Hablan en nombre de esos grupos, constituidos por ellos mismos y de
los que se proclaman portavoces, a fin de monopolizar en beneficio propio unas
reivindicaciones inicialmente poco articuladas y muy dispersas.
En efecto, ya se trate
de categorías étnicas o de fenómenos de “género”, los “miembros” de esos
supuestos grupos no se proclaman permanentemente como parte de ellos. Un
“negro” o un “mestizo” no se definen constantemente como tal. La identidad es
múltiple, está en función del contexto de interlocución, de tal o cual persona
con la que dialogas. A la inversa, las reivindicaciones monopolizadas por esos
empresarios de etnicidad y de memoria encierran a los actores sociales en
mono-identidades.
En el otro lado del
espectro, existe la reivindicación de los que se llaman “francesas de cepa”,
reivindicación formateada por el Frente Nacional y/o la Derecha Popular, es
decir, el conjunto de la UMP (el viejo gran partido del centroderecha francés),
dado el actual fenómeno de radicalización de la derecha política. También aquí
tratan de encerrar a los individuos en una mono-identidad “de cepa”, pero que
se reproduce simétricamente por parte de la izquierda multicultural y
poscolonial. No hay más que ver el ejemplo paradigmático de los Indígenas de la
República, que utilizan de manera agresiva y estupefaciente el término “cepero”,
que se corresponde exactamente a los “franceses de cepa”.
Finalmente, entre las
dos tendencias se da una especie de backlash, de efecto de retroalimentación: a
medida que esas identidades minoritarias se endurecen, se da del otro lado
también un endurecimiento de la identidad blanca y católica.
P. ¿Un poco como si las crispaciones identitarias de la derecha se
alimentaran de una especie de “racismo de izquierda”?
R. No, en absoluto;
no. Yo no llamaría a eso racismo. Se trata más bien de un diferencialismo, un
de singularismo, de un antiuniversalismo. En lo que a mí hace, yo no creo en la
existencia del “racismo antiblancos” que algunos denuncian. En cambio, el
discurso público está literalmente infestado por el culturalismo, con una
tendencia a la distribución identitaria que me parece muy dañina.
P. ¿Por qué se han multiplicado estas reivindicaciones minoritarias en
estos últimos tiempos?
R. Esto va ligado al
declive de lo social. Ese declive –junto con el del universalismo— es continuo
desde 1968. Es un fenómeno lento, que procede también de la descalificación del
prisma analítico del marxismo, habida cuenta de la difamación sufrida por el
marxismo como intrínsecamente vinculado al totalitarismo. Esa difamación del
marxismo ha facilitado, en la coyuntura postsesantaiochesca, postmoderna,
postcolonial, la substitución de un análisis en términos horizontales y de
clases por una manera de cortar la sociedad en capas y rebanadas fragmentarias,
lo que yo llamo las “entalladuras verticales”. Esta temática de los
“fragmentos”, de la multitud, ha sido notoriamente formalizada por Toni Negri,
pero también por toda la corriente conocida internacionalmente como French
Theory.
Esas identidades
verticales (negro, mestizo, LGTB) se ven como más “glamorosas” que las
identidades horizontales de clase. Basta leer un diario como Libération, que es
de todo punto emblemático. Este periódico ha desertado completamente de los
social, para consagrarse a lo “societal”. No hay día que no promueva a una u
otra “minoría”. En el plano político, esas temáticas son en lo substancial
retomadas por Terra Nova, que aboga por el abandono de la lucha de las clases
obreras, las cuales o habrían desaparecido o se habrían pasado definitivamente
al Frente Nacional. Esa izquierda gafa-pasta, “etno-eco-bobarrona” preferirá,
pues, las capas urbanas, los jóvenes, las minorías, etc.
P. A pesar de todo, esos “empresarios de etnicidad y de memoria” a que
usted se refiere, ¿no tienen su utilidad? Las discriminaciones existen, y de
qué manera...
R. Desde luego. A
menudo se me contesta con este argumento. Pero yo no niego eso, en absoluto.
¡Claro que existen las discriminaciones! ¿Pero qué hay que poner en el primer
plano? ¿Esas discriminaciones o la cuestión social? En lo que a mí hace, creo
que la “discriminación positiva” –esa incierta traducción de la affirmative
action norteamericana— es una badalucada. Lo fundamental, a escala mundial, y
particularmente en los países desarrollados, es el crecimiento de las
desigualdades. Los ricos son cada vez más ricos; los pobres, cada vez más
pobres; y la “clase media” se contrae como una piel de zapa. Es lo que Alain
Lipietz llamaba en otro tiempo la “sociedad del reloj de arena”, con un
fenómeno de desclasamiento de la clase media baja, señaladamente en la Francia
periurbana.
Las discriminaciones
distan por mucho de ser un fenómeno irrelevante, pero yo las veo como un
fenómeno en segundo plano, al que se pone en primer plano para enmascarar las
crecientes desigualdades de ingresos en los países desarrollados. La
discriminación positiva, que buscar mitigar esas discriminaciones, resulta, por
lo demás, perfectamente compatible con la economía liberal.
Por otra parte, todo
eso va de la mano del auge de fenómenos de marketing étnico. Ya se sabe, el mercado
no se dirige a individuos atomizados, sino a categorías de clientelas. Las
empresas saben muy bien que hay que segmentar el mercado. Así han logrado crear
un mercado de cosméticos para negros, un mercado hallal para los musulmanes, un
mercado dirigido a los gays, etc.
P. ¿De verdad cree usted que eliminando las desigualdades económicas
desaparecerían las discriminaciones?
R. No. Yo no he dicho
tal cosa. Lo repito: el racismo y las discriminaciones existen. Los negros y
los mestizos tienen prohibida la entrada en ciertas salas de fiestas, nadie lo
niega... Simplemente, lo que hay que hacer es luchar contra el racismo, contra
quienes discriminan. Y eso no se hace buscando promover la supuesta “identidad”
de los “grupos” constituidos.
P. ¿Esa izquierda que usted llama “multiculturalista y postcolonial” no
está empezando a desdecirse, poco a poco, de sus errores “societalistas”?
R. ¡A la fuerza
ahorcan! Se verán obligados a hacerlo. El Frente Nacional, aun cuando sólo ha
conseguido dos diputados, ha conseguido resultados significativos en las
pasadas elecciones legislativas en los sitios en los que ha habido un
enfrentamiento directo entre un candidato del Partido Socialista y un candidato
del FN. Si quiere cambiar eso, la izquierda deberá volver a ocuparse de los
“blanquitos”, como se dice.
P. ¿El auge del FN expresa, según usted, un auge del racismo, o puede tener
otras causas?
R. Yo creo que hay que
reflexionar a escala europea. Hay un auge generalizado del populismo. Ese
fenómeno nace del hecho de que Europa se cierra, señaladamente frente a las
migraciones. Se convierte en una fortaleza, y se dota de una identidad que yo
llamaría “civilizacional”: la identidad blanca y cristiana. El miedo ante la
mundialización hace que se bascule hacia esas supuestas raíces. Y esta Europa
secreta un rechazo de todo lo que no sea ella, en particular del Islam. La
identidad de la Europa actual es casi una identidad negativa, de rechazo del
mundo musulmán. Se ha criticado mucho a Huntington, pero lo cierto es que
anticipó el “choque de civilizaciones” que se produce realmente.
P. ¿Qué replica usted a quienes consideran que el racismo vendría de arriba,
que sería insuflado en el pueblo por las elites?
R. No estoy en
absoluto de acuerdo con eso. ¿De qué elites estamos hablando? Si se habla de la
elite política, se puede, en efecto, constatar la radicalización de la derecha,
notoriamente con Nicolas Sarkozy. Pero esa derechización ha sido posible por
varios factores. Por lo pronto, por el alejamiento del recuerdo de la II Guerra
Mundial y el hecho de que el gaullismo haya dejado de existir. Luego, porque el
descrédito lanzado sobre el comunismo y el marxismo ha privado a la izquierda
de su papel de verdadero contramodelo. En lo que hace a la izquierda
multicultural y postcolonial, hay que decir que alimenta el fenómeno.
P. ¿Existe en Francia un verdadero riesgo comunitarista? ¿Es transplantable
aquí el modelo norteamericano?
R. No lo creo. Hay una
gran diferencia entre Francia y los EEUU. Se da en Francia un dominio de la
religión católica, al contrario que en los EEUU, en donde predomina la
fragmentación, también entre los protestantes. La sociedad norteamericana,
compuesta de capas migratorias sucesivas, es por esencia comunitarista. Pero
sobre todo: en los EE.UU. lo social fue eliminado a partir de los 50, es decir,
mucho antes que en Francia. Lo que una vez más demuestra la urgencia de alejarse
de los planteamientos “societales” y regresar a lo social. Es preciso
adaptarlo, pero hay que rehabilitar el marxismo. Eso, por una parte. Por otra,
hay que recuperar el hilo republicano universalista.
Notas:
1. Fuente: http://etudesafricaines.revues.org/13262#sthash.2rtnIvIV.dpuf Traducción para
www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro, http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6077
2. Dice Béja que
Amselle nos lleva, para empezar, a Dakar en el apogeo del CODESRIA, dirigido
desde su fundación en 1973 por Samir Amin, uno de los primeros en alzarse
contra el eurocentrismo; nos hace seguir el itinerario de algunos de sus
investigadores, como Paulin Hountondji, quien ha llevado tan lejos su crítica
de las ciencias sociales impregnadas de colonialismo, que ha llegado a defender
la idea de una “ciencia africana” (p. 79), avatar de la ciencia proletaria de
Lysenko. Nos muestra también la deriva de determinados investigadores indios,
los fundadores del subalternismo, que han terminado por confluir con el
fundamentalismo hindú. También se interesa por los trabajos de ciertos
etnólogos de los países andinos, afanosos de reconstituir las “culturas
indias”.
3. Fuente: L’Arene Nue, a propósito del libro La etnización de Francia.
Traducción para www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro.
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