El Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) prácticamente duplicó
sus votos, pasando del 11,1 por ciento obtenido en el 2007 al 19,2, ganó
bancas y se convirtió en la primera minoría de la Duma.
El estrépito de las persistentes manifestaciones por el presunto y
aun probable fraude de las elecciones legislativas que tuvieron lugar en
Rusia el 4 de diciembre ha marginado a la casi desaparición a un hecho
pasmoso: el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) prácticamente
duplicó sus votos, pasando del 11,1 por ciento obtenido en el 2007 al
19,2, ganó bancas y se convirtió en el primer partido de la oposición de
la Duma. Y no con ayuda oficial.
Guennady Zyuganov, candidato presidencial del PCFR para los comicios
de marzo próximo, señaló que “este país nunca presenció elecciones tan
sucias” y denunció que la policía sacó a golpes a varios fiscales de
mesa de su partido que terminaron en un hospital. Se jactó del triunfo
de una formación política que sigue agitando banderas rojas y preside
sus reuniones con un busto de Lenin. Aunque esto no significa que estén
volviendo los tiempos del gulag, la explicación de este fenómeno convoca
preguntas varias.
Algunos analistas consideran que el PCFR sacó provecho del voto de
castigo propinado al gobierno Putin. Tal vez haya otras razones. Un
estudio que la Princeton Survey Resarch Associates International llevó a
cabo durante marzo/abril en la poderosa Ucrania, la débil Lituania y
Rusia misma indica que buena parte de la ciudadanía de esos países ex
soviéticos ha perdido sus ilusiones en el sistema capitalista y
pluripartidista imperante desde que el Protocolo de Alma Ata se
convirtiera en el acta oficial de defunción de la URSS. Se firmó el 21
de diciembre de 1991 y dos décadas bastaron para que el pesimismo
invadiera altas esperanzas.
Los datos del estudio, elaborado en el marco del Pew Research Center
de Washington, se comparan con los de las encuestas que el Times Mirror
Center realizó en los tres países en 1991, cuando mayorías compactas
recibieron el cambio de régimen con optimismo manifiesto. Sólo un 35 por
ciento de ucranianos y alrededor de la mitad de los rusos y lituanos
están conformes hoy con el pluripartidismo: 20 años antes era aprobado
por el 72 por ciento, el 61 y el 75, respectivamente (//pewcenter.org,
5-12-11). Es significativo que el mayor grado de desaprobación se
registre entre las poblaciones rurales.
Una mayoría aplastante se muestra insatisfecha con el funcionamiento
de la democracia en los tres países estudiados: el 81 por ciento en
Ucrania (contra un 13 por ciento satisfecho), el 72 en Lituania (contra
el 25) y el 63 en Rusia (contra el 27). Es una tendencia creciente aun
comparada con datos del año 2009. Pocos creen que “casi todos los
funcionarios elegidos toman en cuenta lo que piensa gente como yo” y
menos que el Estado se ocupa de beneficiar al pueblo. Lo cual se percibe
con claridad en las opiniones sobre las políticas económicas en
práctica después de la implosión de la URSS.
“¿Quién se ha beneficiado con los cambios producidos desde 1991?” es
una pregunta de la investigación que recibe contestaciones elocuentes.
En Ucrania: el 95 por ciento opina que los políticos son los más
favorecidos; el 76, los empresarios; sólo un 11, el ciudadano de a pie.
Los respectivos porcentajes en Lituania: 91, 78 y 20. Y en Rusia: 82,
80, 26.
La visión generalizada es que la sustitución de un sistema por otro
ha sido más negativa que positiva y se observa una mayor concentración
de la riqueza: el 10 por ciento más pobre de la población de Rusia
accede al 1,9 por ciento del PIB, el 10 por ciento más rico, al 30,4,
según las últimas cifras disponibles, del año 2007 (www.indexmundi.com,
11-3-11). El visitante de Moscú puede encontrarse a las 6 de la tarde
de una jornada laboral en una ciudad tan atiborrada de vehículos como
México, o casi. Abundan los Bentley, Alfa Romeo, Ferrari, Porsche y
otros coches de lujo, pero no muchos pueden comprarlos. El apoyo a la
economía de mercado descendió del 76 al 45 por ciento en Lituania, del
52 al 34 en Ucrania y del 54 al 42 en Rusia.
El nivel de vida decayó un 82 por ciento y la aplicación de la ley,
un 79, dicen los ucranianos; 61 y 61 los rusos y 56 y 55 los lituanos,
respectivamente. Según los entrevistados, la relación entre los grupos
étnicos, la moral pública, los valores familiares y espirituales, la
solidaridad, así como el sentimiento de orgullo nacional, empeoraron. El
descontento que se ha hecho público en las manifestaciones contra Putin
está cargado de más exigencias que la sola limpieza electoral.
La situación alimenta rememoraciones autoritarias. En 1991, el 79 por
ciento de los lituanos, el 57 de los ucranianos y el 51 de los rusos
manifestaron que un gobierno democrático resolvería los problemas de su
país mejor que “un hombre fuerte”. Esos porcentajes cayeron al 52 por
ciento, 32 y 30, respectivamente. Hoy declaran que una economía próspera
es más importante que un gobierno democrático. Por fin Rusia se está
convirtiendo en un país verdaderamente capitalista.