Yo también pito al rey, a la Corina, al tripríncipe, a Urdangarín y hasta Froilanín

No acudiré al estadio para presenciar el partido final de la Copa del Rey, porque creo que el fútbol es el opio de los pueblos y la rémora del progreso social, dicho sea con permiso de Marx. Pero saldré a la terraza de mi casa a la hora de inicio del partido, para silbar con todas las fuerzas de mis pulmones.
Es la única manera de que disponemos los españoles para demostrar nuestro rechazo a la monarquía del 18 de julio, instaurada por el dictadorísimo con el propósito de continuar su régimen genocida. Instauró una monarquía vitalicia y hereditaria, en la que se supone que el llamado tripríncipe de Asturias, Girona y Viana heredará la corona a la muerte o incapacidad declarada de su padre, y así sucesivamente, mientras los vasallos lo toleremos. No se nos permite opinar, nunca hemos podido hacerlo desde que los militares sublevados ganaron la guerra gracias a la complicidad del nazifascismo europeo y del Vaticano.
Los medios de comunicación conservadores, que son todos los existentes en el reino, con algunos pequeños matices diferenciadores, critican hoy negativamente la invitación de Amaiur para participar en la pitada nacional. Alegan que el rey, la bandera bicolor y el himno denominado Marcha Real son patrimonio de todos los españoles, y por lo mismo hay que respetarlos. No es cierto. Muchísimo españoles reclamamos la posibilidad democrática de elegir libremente al jefe del Estado cada cierto tiempo, y reconocemos como enseña nacional la aprobada por decreto de fecha 27 de abril de 1931, con “tres bandas horizontales de igual ancho, siendo roja la superior, amarilla la central y morada oscura la inferior”. En cuanto, al himno nacional, el único legal es el de Riego, evocador de los heroicos paladines de la libertad frente a la tiranía monárquica.
La fascistísima presidenta de la Comunidad de Madrid, la deslenguada condesa de Murillo, alias La Espe, ha tenido la ocurrencia de proponer que el partido se celebre a puerta cerrada, sin asistencia de público, para evitar la pitada al rey o al tripríncipe o al que lo represente en el palco. Es una propuesta lógica en los cortos alcances de su pensamiento fascista, puesto que se trata de una manera más de impedir a los vasallos manifestar nuestra opinión sobre la monarquía.
Si no se nos permite reclamar la celebración de un referéndum para conocer la voluntad popular respecto a la forma del Estado, no tenemos otro medio de expresarnos que pitando al rey en sus apariciones públicas, ya sea con su legítima o con su barragana de turno, y a su hijo presuntamente sucesor, y a su yerno el ladrón de guante real, y hasta a su nieto el cazador de pies, que es una categoría anterior a la de  cazar leones. Por el momento. Hasta que el Partido Republicano de Izquierdas se consolide. Entonces nadie pitará, porque todos estaremos gritando a una voz: ¡Viva la República Federal!