Descriminalizar a Bashar al Assad: hacia una mayor efectividad en el movimiento anti-guerra

El 10 de abril de 1993, uno de los más grandes héroes de la lucha anti-apartheid, Chris Hani, fue asesinado a tiros por un neofascista en un intento de interrumpir el proceso aparentemente inexorable de dar el poder a la mayoría en Sudáfrica.
Aunque la culpabilidad legal directa para este trágico asesinato pertenecía sólo a dos hombres –un inmigrante polaco de nombre Janusz Waluś y un alto miembro del partido conservador llamado Clive Derby-Lewis– el crimen formó parte de un ataque más amplio contra el ANC y sus aliados. Este ataque –paramilitarmente, políticamente, legalmente, psicológicamente y periodísticamente– no fue llevado a cabo principalmente por lunáticos marginales como Waluś y Derby-Lewis, sino por las principales fuerzas políticas blancas y sus títeres en la comunidad negra (como el Partido de la Libertad Inkatha). Los dirigentes del ANC, y en particular el MK (Umkhonto we Sizwe, el movimiento de liberación armada con la que el nombre de Chris Hani siempre estará asociado) fueron sometidos a una amplia campaña de demonización. Esta campaña creó las condiciones necesarias para que los asesinatos políticos de los líderes anti-apartheid se hicieran casi inevitables. Por supuesto, los líderes más "pacifistas" del principal partido blanco, el Partido Nacional, se apresuraron a denunciar el asesinato de Hani, pero la verdad es que tenían por lo menos una parte de responsabilidad en el mismo.

Al hablar en el funeral de Hani, Nelson Mandela explicó este fenómeno: «Criminalizar está prohibido, y cazar a los fuera de la ley se considera legítimo. Es por ello que, aunque millones de personas se han indignado por el asesinato de Chris Hani, pocos estamos sorprendidos. Los que han creado deliberadamente este clima que legitima los asesinatos políticos son tan responsables por la muerte de Chris Hani como el hombre que apretó el gatillo».

En cuanto a la situación actual en Siria, vemos un paralelo entre el «clima que legitima los asesinatos políticos» en los primeros años de la década del 90 en Sudáfrica y un clima creado por los medios que legitima los "ataques militares limitados" como se planea en Washington.
El Estado sirio ha estado bajo ataque directo por el imperialismo occidental durante los últimos dos años y medio (aunque los EE.UU. y otros han venido “acelerando el trabajo de los reformadores" hace mucho más tiempo). Las formas de este ataque son muchas: el suministro de armas y dinero a los grupos de oposición que intentan derrocar al gobierno, la aplicación de sanciones comerciales de amplio alcance, proporcior un espacio prácticamente ilimitado a los medios de la oposición mientras que se bloquean casi totalmente a los medios de comunicación en favor de las fuentes del gobierno, y se difama sin descanso al presidente y al gobierno sirio. En pocas palabras, los medios de comunicación occidentales y los gobiernos –consciente y deliberadamente– «han creado este clima que legitima» una operación de cambio de régimen militar contra Siria.

El movimiento contra la guerra que participa en la propaganda de guerra

La construcción de un caso falso para el cambio de régimen por parte del imperialismo, por supuesto, no es raro. Lo realmente curioso es que los dirigentes del movimiento contra la guerra en occidente –las personas cuya responsabilidad es lograr la mayor cantidad posible de oposición a la guerra en Siria– han estado participando activamente en la propaganda y la campaña de demonización. Aunque se oponen a los golpes militares directos, han dado, sin embargo, un apoyo constante a la operación de cambio de régimen que tales golpes están destinados a consumar.
Ignorando deliberadamente las señales de que el gobierno sirio es muy popular, Tariq Ali –tal vez la figura más reconocible en el movimiento anti-guerra británico– se siente capaz de afirmar que «la inmensa mayoría del pueblo sirio quiere la familia Assad se vaya». De hecho, él llama explícitamente a un cambio de régimen asistido por el extranjero cuando dice que «la presión no violenta se tiene que mantener en el exterior hasta que Bashar se marche».

La estrella en ascenso de la izquierda británica, Owen Jones, usó su alto perfil de la columna del Independent del 25 de agosto de este año (cuando la retórica de guerra de Cameron, Hollande y Kerry estaba llegando a su punto culminante ) para expresar su odio a la «banda de matones» y los «gángsters glorificados» que actúan en Siria, antes de preocuparse de que «un ataque podría invitar a represalias por parte de Irán y una escalada de la ayuda de Rusia para los matones de Assad, ayudando a arrastrar a la región aún más a una situación de desastre». Jones evidentemente no sabe mucho acerca de Siria, pero eso no le impide participar en el “apalizamiento al Baas”: el año pasado, su respuesta a un ataque con bomba en Damasco que mató a varios ministros sirios era el alegre «Adiós Assad (espero)».
Según el dirigente nacional de la coalición Stop the War, John Rees, «nadie puede minimizar la barbarie del régimen de Assad, ni querer defenderlo de la furia justificada de su propio pueblo». Cualquier acción objetivamente progresista que tome el gobierno sirio (como su apoyo a Palestina y Hezbollah) no son más que «actos egoístas y calculados de la política estatal» (en realidad, este reclamo es una reminiscencia del Financial Times, ¡que acusó a Hugo Chávez de «demagogia» en el impulso de la reforma agraria en Venezuela!).

Rees es el que más claramente expresa que el enemigo número uno de los sirios es su gobierno, y que los rebeldes sectarios pro-occidentales de financiación saudí son un enemigo secundario –una posición prácticamente indistinguible de los israelíes, que dicen: «Siempre quisimos Bashar Assad se fuera, siempre preferimos a los chicos malos que no fueron respaldados por Irán antes que los chicos malos que fueron respaldados por Irán». Además, Rees cree que lo que realmente se necesita es «dar a los revolucionarios la posibilidad de librarse de sus líderes pro-occidentales y derrotar a Assad». Eso sería fácil de hacer si éstos no estuvieran demasiado ocupados comiendo corazones humanos o asesinando personas sobre la base de sus creencias religiosas.
Estos no son ejemplos aislados. Es decididamente raro encontrar a un líder pacifista británico mencionar Bashar al-Assad y a su gobierno en todo lo que no sea bajo una luz intensamente negativa. Bashar es «brutal»; es un «dictador»; debe ser acusado ante la Corte Penal Internacional. Francamente, este líder de la independencia de Siria antiimperialista es sometido a los abusos más graves por parte de los líderes de la corriente principal de la izquierda de Gran Bretaña, Francia y los EE.UU. En los países imperialistas de América del Norte y Europa Occidental, la defensa de Siria se ha dejado a una pequeña minoría, aunque por suerte el movimiento (mucho más importante) de izquierda en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países tienen una comprensión más rica de la solidaridad anti-imperialista.

A riesgo de afirmar lo obvio: si usted está tratando de difundir el sentimiento anti-guerra y construir el movimiento más eficaz posible contra la acción militar, participar en la demonización del país que está bajo la amenaza no es probablemente una estrategia muy inteligente.

En esta campaña de propaganda, la mentira y la calumnia ha sido muy eficaces en la creación de una opinión pública que es ambivalente en relación con el ataque que se está preparando. Aunque la mayoría de las personas pueden estar "contra" el bombardeo de Siria, en principio, ¿en qué medida se apasionarían lo suficiente para hacer realidad cualquier cosa que evitara que este acto criminal y asesino se llevara a cabo? Dos millones de personas se manifestaron contra la guerra en Irak (y bajo el liderazgo adecuado, habrían estado dispuestos a hacer mucho más que una manifestación), y sin embargo una manifestación contra la guerra en Siria ha atraído a más de un par de miles de personas. ¿Esas miles de personas están dispuestas a participar en la acción directa? ¿Estarían dispuestas a llevar a cabo, por ejemplo, una huelga general de una semana? ¿Los trabajadores seguirían el buen ejemplo de los empleados de Rolls Royce en East Kilbride y romperían activamente el apoyo imperialista para el cambio de régimen? Es altamente improbable. Y es que todo lo que han oído hablar de Siria –desde la izquierda radical a la derecha fundamentalista pasando por las organizaciones musulmanas de patrocinio saudí– es que Bashar al- Assad es un dictador brutal cuya caída es deseada desde hace mucho tiempo.

De acuerdo, pero ¿no se trata sólo de impedir una guerra?

A la luz de la Cámara de los Comunes que presenta un nivel inusual de sensatez al votar contra el movimiento que autoriza el uso a Cameron de la fuerza contra Siria, algunos activistas anti-guerra se apresuraron a afirmar que el «poder sostenido de las masas al movimiento contra la guerra» fue «sin duda, un factor determinante». Los miembros de este movimiento «reconocemos lo que hemos logrado en las últimas semanas: hemos parado en los EE.UU. y el Reino Unido una guerra que, si el parlamento británico hubiera votado, ya se estaría llevando a cabo, quién sabe con qué consecuencias».

Ahora el optimismo y júbilo tienen su lugar, pero no deben ser utilizados para desviar las críticas válidas o evitar una seria reflexión. Cualquiera que haya estado involucrado en el movimiento contra la guerra en Gran Bretaña durante la última década se habrá dado cuenta de la disminución constante del nivel de actividad. Hace apenas dos años, hemos sido testigos de una guerra feroz librada por las potencias imperialistas occidentales (con el Reino Unido como uno de los principales instigadores), a fin de lograr un cambio de régimen en Libia. Más de 50.000 personas murieron. Racistas asesinos llegaron al poder. Un jefe de Estado fue torturado y asesinado, mientras que el imperialismo lo celebraba. Décadas de desarrollo –que había sacado a Libia de un remanso colonial y lo convirtió en el país con los niveles de vida más altos en África– han desaparecido. La coalición Stop the War no fue capaz de movilizar a más de una pequeña protesta en contra de esta guerra, y sin embargo, ¿esperan ahora que creamos que, dos años más tarde, Gran Bretaña tiene repentinamente un movimiento anti-guerra vibrante y brillantemente eficaz, capaz de impedir la guerra en Siria? Esto obviamente no es el caso.

Independientemente de la cantidad de atención que el público británico tiene hacia el movimiento contra la guerra, el hecho es que la opinión pública en Occidente es sólo un pequeño factor en la cuestión mucho más amplia de la correlación de fuerzas. Siria es diferente a Libia, ya que tiene poderosos aliados y nunca se ha desarmado. Además, comparte una frontera con Israel y es capaz de hacer mucho daño al aliado más importante del imperialismo en el Medio Oriente. Esto convierte a la intervención militar en una opción muy peligrosa e imprevisible desde el punto de vista de los tomadores de decisiones en Washington, Londres y París.


La rebelión debía hacerse cargo de este problema. Con una exitosa revolución tipo “primavera árabe” – armada, entrenada y financiada por Occidente y sus aliados regionales en Arabia, Turquía, Qatar y Jordania– se habría instalado un gobierno sumiso y se habría conseguido un hito fundamental en la estrategia regional imperialista-sionista: la ruptura del eje de la resistencia y el derrocamiento de los Estados que no están dispuestos a aceptar el diktat imperialista. Esta estrategia –aparentemente tan difícil de comprender para los liberales e izquierdistas occidentales– es perfectamente comprendida por la resistencia libanesa del movimiento Hezbollah: «Lo que está ocurriendo en Siria es una confrontación entre el eje de la resistencia y el eje EE.UU. / Israel. Buscan la agresión contra el eje de la resistencia a través de Siria con el fin de destruir sus capacidades y al pueblo de Siria, marginar su papel, debilitar la resistencia y fortalecer a Israel».

Más allá de Oriente Medio, una "revolución" con éxito en Siria sería por supuesto un impulso vital para la estrategia global liderada por Estados Unidos: la protección de una hegemonía de EE.UU. que contiene el ascenso de China, Rusia y las otras grandes naciones en desarrollo.

Y, sin embargo, a pesar del masivo apoyo dado a la oposición armada, a pesar de la incesante campaña propagandística contra el gobierno sirio, a pesar de los bombardeos israelíes contra Damasco, a pesar de una campaña brutal y trágica de odio sectario que llevan adelante los rebeldes, a pesar del apoyo dado a los rebeldes por los imperialistas y los sionistas, el Ejército Árabe de Siria está venciendo. La lucha se ha clarificado y es el momento de las fuerzas patrióticas. Hezbollah se ha unido abiertamente al combate. Rusia envió sus buques de guerra a la región y ha demostrado una cierta verdadera genialidad creativa en el campo diplomático con el fin de prevenir ataques militares occidentales. Rusia, China, Irán, Venezuela y otros han sido inamovibles en sus demandas de una solución pacífica y negociada a la crisis.

Nadie en los círculos políticos imperialistas esperaba que las cosas resultaran así. La "revolución" se suponía que había triunfado hace mucho tiempo. Como resultado, las clases dominantes occidentales han pasado de una política firme y unida (es decir, ayudar a los rebeldes a la victoria y luego "ayudar a la transición a la democracia") al caos, la confusión y la división. Hay elementos de línea dura que quieren bombardear en su camino a la victoria, y hay elementos más cautelosos / realistas, que se dan cuenta de que sería una carrera muy peligrosa para las potencias occidentales e Israel. El imperialismo se enfrenta a un equilibrio muy delicado, incluso imposible: trata de preservar su hegemonía cada vez más frágil, mientras que ataca activamente el proceso de contra-hegemonía global. Se trata de un caso de «maldito si lo hacen y maldito si no lo hacen».

Tales divisiones dentro de los círculos de poder en occidente son de agradecer, pero sería un acto de engaño significativo para la victoria de un movimiento anti-guerra occidental que persistentemente se negó a aliarse con el anti-imperialismo mundial.

Despenalizar y defender a Siria

Si vamos a construir un movimiento anti-guerra capaz de movilizar a la gente de una manera seria para contrarrestar los planes de guerra imperialista en Siria, no podemos continuar con la situación desesperada del "ni el imperialismo ni Assad ", que está diseñada para evitar la pregunta obvia: ¿si el imperialismo es la lucha contra el Estado sirio, de qué lado debemos estar?
Un lema mucho más viable contra la guerra es: defender a Siria de desestabilización imperialista, la demonización y la guerra.
Pero ¿podemos defender este brutal régimen opresivo, represivo? ¿No era el añorado Hugo Chávez un poco loco cuando expresó su cariño para el «hermano presidente Bashar al-Assad» y trabajó para contrarrestar la ofensiva contra Siria enviándole combustible?

Como con tantas otras cosas, tenemos que comenzar con un rechazo total a la corriente principal de la narrativa multimedia. El país, que se pinta como un estado de brutal represión policial, una cárcel de naciones o una reliquia de la Guerra Fría, es (o era, hasta que comenzó la guerra a destrozarlo) un Estado digno, seguro, secular, moderno y moderadamente próspero, estrechamente alineado con el mundo socialista y los no alineados (por ejemplo, Venezuela, Cuba, República Popular Democrática de Corea) y una de las principales fuerzas en el eje de la resistencia, un bloque que los imperialistas están absolutamente desesperados por romper.

En palabras de su presidente, Siria es «un estado independiente, que trabaja para los intereses de su pueblo, en lugar de hacer que el pueblo sirio trabaje para los intereses de Occidente». Durante más de medio siglo se ha negado obstinadamente a jugar las reglas del imperialismo y del neoliberalismo. Stephen Gowans muestra que, a pesar de algunas reformas de mercado limitadas de los últimos años, «el Estado baasista siempre ha ejercido una influencia considerable sobre la economía siria, a través de la propiedad de las empresas, los subsidios a las empresas locales de propiedad privada, los límites a la inversión extranjera, y las restricciones a las importaciones. Estas son las herramientas económicas necesarias para un Estado post -colonial que tratando de recuperar la vida económica de las garras de las antiguas potencias coloniales y de trazar un curso de desarrollo libre de la dominación de los intereses extranjeros».

El gobierno sirio mantiene un compromiso con un Estado de bienestar fuerte: por ejemplo, garantiza el acceso universal a la atención sanitaria (en el que el área de su desempeño ha sido impresionante) y proporciona educación gratuita a todos los niveles. Tiene una política de larga data favorable a la laicidad y el multiculturalismo, la protección y la celebración de la diversidad religiosa y étnica y se niega a tolerar el odio sectario.

Siria ha hecho mucho –quizás más que cualquier otro país– para oponerse a Israel y apoyar a los palestinos. Ha sido durante mucho tiempo el principal apoyo financiero y práctico de las diversas organizaciones de la resistencia palestina, así como de Hezbollá. Ha intervenido militarmente para impedir la expansión de Israel en el Líbano. Ha proporcionado un hogar a cientos de miles de refugiados palestinos, que son tratados mucho mejor de lo que son en otros lugares del mundo árabe. A pesar de la enorme presión para hacerlo –y a pesar de los beneficios obvios e inmediatos que cosecharía en cuanto a la seguridad y la paz– se ha negado a seguir el camino de un tratado de paz bilateral con Israel. Palestina está muy a la vanguardia de la conciencia nacional siria, como se ejemplifica por los sirios que fueron a la frontera con Israel en el Día de la Nakba de 2011 y fueron martirizados allí a manos de las fuerzas israelíes de “defensa”.
Fiel a su tradición pan-arabista, Siria también ha proporcionado un hogar a cientos de miles de refugiados iraquíes tras las secuelas del ataque de la OTAN de 2003.

Independientemente de los errores y compromisos dolorosos que la Siria baasista ha hecho en los últimos años, éstos deben ser vistos en términos del contexto geopolítico y económico muy inestable y peligroso en el que existe. Por ejemplo:

·         Se encuentra en un permanente estado de guerra con Israel y tiene parte de su territorio ocupado por este último.

·         A pesar de que defiende los principios del nacionalismo árabe y la defensa de los derechos de los palestinos y de los otros Estados árabes de primera línea, Egipto y Jordania, junto con las monarquías reaccionarias del Golfo han capitulado.

·         Ha sufrido desestabilización constante por parte de los países imperialistas occidentales y sus aliados regionales.

·         Comparte una frontera con el régimen prooccidental de Turquía, fuertemente militarizada.

·         Comparte una frontera con el Líbano crónicamente inestable (históricamente una parte de Siria, que fue separada en 1920 por los colonos franceses con el fin de crear un enclave dominado por los cristianos).

·         Su aliado más importante de los años 70 y 80 –la Unión Soviética– se derrumbó en 1991, dejándola en una situación muy precaria.

·         Sus cargas económicas han crecido a través de sanciones desde hace mucho tiempo, profundizadas considerablemente en 2003 por George W. Bush, específicamente en respuesta al apoyo de Siria a los movimientos de resistencia en la región.

·         Sus problemas económicos de los últimos años también se han visto exacerbados por la guerra imperialista ilegal contra Iraq, que creó una crisis de refugiados de proporciones terribles. Siria absorbe 1,5 millones de refugiados iraquíes y ha hecho grandes sacrificios para ayudarles. Teniendo en cuenta que «Siria tiene el más alto nivel de los derechos cívicos y sociales para los refugiados en la región», no es difícil entender cómo se debe haber afectado a su estabilidad económica y social.

·         En los últimos años Siria ha estado sufriendo una sequía devastadora que ha «impactado a más de 1,3 millones de personas, causando la muerte de hasta el 85 por ciento del ganado en algunas regiones y obligando a 160 aldeas a ser abandonadas debido a las malas cosechas». La raíz de este problema es la ocupación israelí de los Altos del Golán, un tercio del agua de Israel se suministra del Golán.

·         Dado el número de diferentes sectas religiosas y grupos étnicos dentro de Siria, nunca ha sido difícil para occidente y sus aliados regionales provocar tensiones y crear disturbios.

Si bien existe una clara necesidad de mejorar la democracia popular y poner freno a la corrupción y el amiguismo (¿y en qué país no?), esto es bien comprendido por el Estado. Como Alistair Crooke escribe: «Hay una demanda masiva de reformas. Pero paradójicamente –y en contra de la narrativa del "despertar"– la mayoría de sirios también creen que el presidente Bashar al-Assad comparte su convicción de reformas».

Así que hay muchas razones para defender a Siria. No porque sea una especie de utopía socialista, sino porque es un Estado independiente, anti-imperialista y anti-sionista que trata de proporcionar un buen nivel de vida para sus habitantes y que se alinea con las fuerzas progresistas y contrahegemónicas en la región y en todo el mundo.

Tareas para el movimiento contra la guerra

Si el movimiento anti-guerra puede ponerse de acuerdo sobre la necesidad de defender activamente a Siria, sus tareas serían mucho más claras:
1.      Debería explicar claramente al público que esto no es una revolución o una guerra civil, sino una guerra imperialista de cambio de régimen en donde los combates han sido subcontratados a los terroristas religiosos sectarios. No es parte de un proceso de "primavera árabe" en la región para "derrocar regímenes reaccionarios", sino que es parte de un proceso global de desestabilización, demonización, debilitamiento y eliminación de todos los Estados que se niegan a seguir las reglas. Este es el mismo proceso que llevó a un cambio de régimen en Libia, Irak, Afganistán, Yugoslavia, Granada, Nicaragua, Chile, Argentina, Congo, Irán, Guatemala, Indonesia, Brasil y otros países. Este proceso se describe de una manera muy clara y directa por Maurice Bishop, líder del gobierno socialista en Granada que fue derrocado hace 30 años: «La desestabilización es el nombre que recibe el nuevo método de control y la explotación de la vida y los recursos de un país y su gente por parte de un país más grande y más potente a través de intimidación, la intimidación y la violencia... La desestabilización toma muchas formas: hay desestabilización por propaganda, cuando los medios de comunicación extranjeros, y a veces nuestra propia prensa Caribe, difunden mentiras y distorsiones en contra de nosotros; hay desestabilización económica, cuando nuestro comercio y nuestras industrias son saboteados y destruidos; y hay desestabilización violenta a través de actos delictivos, de la muerte y la destrucción... Mientras le mostramos al mundo, clara y resueltamente, que tenemos la intención de seguir siendo libres e independientes, que tenemos la intención de consolidar y fortalecer los principios y objetivos de nuestra revolución, mientras mostremos esto al mundo, habrá ataques contra nosotros».

2.      Dejar de participar en la demonización del Estado sirio. Esta demonización –repitiendo las mentiras de los medios de comunicación en contra de Siria, exagerando los aspectos negativos de la situación de Siria y restando importancia a todas las cosas positivas que ha hecho– implica una completa desmovilización. Se impide el desarrollo de un movimiento anti-guerra creativo, valiente, audaz y significativo.

3.      Campaña para poner fin a las sanciones comerciales contra Siria.

4.      Campaña para terminar con el armamento y la financiación de grupos rebeldes por los gobiernos británico, francés y EE.UU. y sus títeres en Arabia Saudita, Qatar, Turquía, Jordania y Kuwait.

5.      Enviar delegaciones de paz a Siria para observar de primera mano la situación e informar. La delegación reciente de Cynthia McKinney, Ramsey Clark, Dedon Kamathi y los demás es un excelente ejemplo que debe ser imitado.

6.      Campaña por la huelga de gran alcance en el caso de un ataque militar.

7.      Apoyar todos los procesos que conducen a una solución pacífica y negociada de la crisis siria, lo que refleja la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo sirio.

La defensa de Siria es, en este instante, la primera línea de la lucha mundial contra la dominación imperialista. Se trata de Corea en 1950, Vietnam en 1965, Argelia en 1954, Zimbabwe en 1970, Cuba en 1961, Nicaragua en 1981, Irak en 2003, Libia en 2011, Palestina desde 1948. Es hora de que demos un paso hacia adelante.

Otras lecturas recomendadas:

La biografía de Hafez al-Assad, de Patrick Seale, Asad: The Struggle for the Middle East, ofrece una excelente visión de la Siria del siglo 20 y una descripción detallada y muy equilibrada del gobierno baasista.
Los siguientes artículos también son muy interesantes:
Alastair Crooke: Unfolding the Syrian Paradox
Actualizaciones de análisis antiimperialistas sobre la crisis siria se pueden encontrar generalmente en Workers World,Liberation, FightBack, Lalkar, Socialist Action, Global Research, Pan-African News Wire, Proletarian,What’s Left and ASG’s Counter-Hegemony Unit.

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